LEAH Y YO

mis demonios, mis furias, mis tristezas, mis miedos, mis risas, mis sueños, mis realidades, mis pocos amores y mis muchos desamores...

martes, setiembre 26, 2006

ESCENA: Noche de karaoke (o qué mala soy poniendo titulares)

A las dos de la madrugada en el Music World de la veintitrés de la Aviación, el mozo ya perdió la cuenta de las jarras de chela que ha llevado a la mesa siete. La chica de la mesa tres ha decidido cantar una de Pandora, aunque su novio proteste. Ya casi nadie aplaude las frases entonadas y llenas de emoción del señor que está sentado solo en la mesita sin número. Este karaoke es un mundo angosto y oscuro donde la catarsis cuesta veinticinco soles, consumo mínimo que incluye una jarra de cerveza o sangría. Pero a las dos de la madrugada los cuatro patas de la mesa siete no piensan en cuánto cuesta la chela, han tomado lo suficiente como para pedir las canciones más exigentes y llamar la atención. Y en verdad soy un payaso, pero qué le voy a hacer si uno no es lo que quiere sino lo que puede ser…le canta el más gordito de los cuatro a la chica que está sentada sola en la mesa de al lado. No ha terminado el payaso de representar, muy mal por cierto, a un José José rechoncho y desacompasado, cuando en la mesa de al lado la chica ya no está sola.

Un par de miradas de macho furibundo, un disculpa compadrito y las cosas parecen estar en calma entre las mesas seis y siete. La chica que no estaba sola se esmera en ser cariñosa y hasta decide cantarle al oído a su acompañante: pasarán más de mil años…muchos más, pero no pasan ni cinco minutos y los coqueteos con los vecinos de mesa continúan. El mozo piensa que en cualquier momento va presenciar una pelea, mira de reojo al administrador que no parece hacerle mucho caso y decide pararse más cerca de las mesas conflictivas. Los cuatros patas cantan cada vez más fuerte y no dejan de invocar a José José, patrono de los despechados que ahogan sus penas en alcohol. Hay un breve intercambio de palabras entre las mesas belicosas cuando el más gordito de los borrachos de la siete le dice a su vecina: qué triste fue decirnos adiós, cuando nos adorábamos más... Y ahora si se para el acompañante y les pone la señal de pare, al gordito y a los otros tres también y a todos los que quieran cruzarse en su camino. Esta vez el mozo interviene y propone que se sienten, se calmen y que ya viene la próxima canción. Aplausos para la mesa cinco y seguimos con la mesa seis! La mesa seis se ha fusionado con la siete. Sin que nadie lo advierta los cuatro borrachos se han acoplado a la pareja. El más gordito ahora le canta a la chica al oído, ya sin vergüenza, y pueden pasar mil años porque la cerveza no se acaba y José José no se cansa de cantar sus desamores. El acompañante cambia la cara de macho furibundo por una de resignación, abraza al más flaco de los borrachos de la mesa siete y brinda porque usted abusó, sacó provecho de mi…abusó.