LEAH Y YO

mis demonios, mis furias, mis tristezas, mis miedos, mis risas, mis sueños, mis realidades, mis pocos amores y mis muchos desamores...

lunes, mayo 29, 2006

Artículo: Yo, asesino

¿Es el hombre una criatura bondadosa y llena de amor? Crímenes como los del 11 de Setiembre, las matanzas en la guerra israelí-palestina y los que cometen pedófilos y violadores, ¿pueden ser engendrados por seres llenos de ternura? Hasta hoy creemos que los instintos del hombre son dominados en su totalidad por la capacidad que los diferencia de cualquier otro ser: la razón. ¿Qué tan seguros podemos estar?
Hoy en día se puede creer que la sociedad anda embrutecida por la televisión. Como dice Giovanni Sartori, y no está solo en sus afirmaciones, la televisión estimula la violencia y podríamos afirmar que esto fomenta la criminalidad. Ello podría aplicarse a la realidad, si no fuera porque la criminalidad es un rasgo que está desde el principio de la historia. Si no, preguntémosle a Caín quién fue su modelo a seguir cuando asesinó a su hermano Abel. Hagamos una encuesta entre todos los asesinos pre – televidentes y enterémonos y agresivo de los hombres, tendríamos que negar su naturaleza misma. Porque, como todo en el mundo, el ser humano es dual, es pulsión de vida y pulsión de muerte, como Freud nos hizo saber. Pero cuesta mucho aceptar nuestros lados más débiles y crueles. Y ésa es, probablemente, nuestra mayor incompetencia: no conocernos a fondo. Por ejemplo, un tema tan recurrente como el de la guerra debe ser visto desde muchos ángulos. Está bien tomar en cuenta los aspectos económicos, sociales o políticos, pero sin dejar de lado los que tienen que ver con la naturaleza del hombre. La guerra es la expresión más antigua del odio institucionalizado entre los seres humanos. Además, es una de las pocas expresiones de violencia y, obvio criminalidad, que parece estar justificada. ¿Qué puede ser más revelador que el enfrentamiento entre personas que no se conocen y que defienden causas que difícilmente han asimilado a través de la razón?. Un gran intelectual de nuestro siglo como es Cornelius Castoriadis ya lo decía: “Es imposible comprender la conducta de la gente que participa en estos acontecimientos sin ver en ellos la materialización de sentimientos de odio extremadamente poderosos” Las ideas de patria, nación y libertad no son las que movilizan a las masas. Son los instintos más primitivos y más urgentes los que encienden a una multitud: el hambre, la sed, el odio.
Pero la guerra no es la única expresión de violencia y furia que evidencia la criminalidad latente que poseemos. Una mirada al diario El Comercio en la semana del 25 al 30 de mayo de este año, nos presenta un dato revelador: en Lima se cometieron 56 crímenes, entre asesinatos, mutilaciones y agresiones a terceros. Lo peor del caso, es que la cifra debe ser mucho mayor, pues 56 son los que han sido consignados por ese periódico, pero sabemos que muchas veces los medios obvian información por no ser noticiosa.
El crimen está, y ha estado siempre, muy presente en el día a día, sus expresiones se nos hacen evidentes en los medios de comunicación y su frecuente presencia en ellos es atemorizante. Esta presencia de dónde fue que obtuvieron sus tendencias criminales. O mejor aún, analicemos los resultados de las guerras mundiales y preguntémonos si tenían que ver con la globalización que excluye y reprime a las minorías. Si quisiéramos negar el potencial violento de la criminalidad parece evidenciar un regreso a los instintos primitivos. La sociedad no empuja a los individuos hacia un camino predestinado. Son los propios seres humanos los que andan por la ruta que sus instintos les marcan. Al fin y al cabo, la sociedad somos nosotros. Y si en ella existen, por ejemplo, las leyes que penalizan el asesinato, es porque nosotros somos capaces de cometerlo (yendo un poco más allá, es porque tenemos una cierta tendencia a ello).
Ahora, hay quiénes pueden argumentar que la solución a todo esto es nuestra sobre estimada capacidad de racionalizar las cosas. Algunos dirán “no somos animales, no nos guiamos por nuestros impulsos”. Sin embargo, cabe mencionar, que el único de ellos que es capaz de asesinar por puro placer es el hombre. Los leones matan porque necesitan alimentarse. Los asesinos en serie comenten sus crímenes porque necesitan satisfacer otro tipo de necesidad, esa pulsión de muerte de la que habla Freud. Y es en ese punto en el que los análisis convencionales pecan de falta de objetividad. Es cierto que tenemos un aparato psíquico más desarrollado que las demás especies animales, pero ello no necesariamente aporta solo cosas positivas. Nuestros instintos criminales nacen de esas otras necesidades que nos plantea nuestra mente tan compleja. Saúl Peña lo resume en una frase poderosa y realista: “Todos los seres humanos somos potencialmente criminales”. Lo que necesita nuestra sociedad no es que la veamos como un ente ajeno a las personas, es justamente que aceptemos nuestras características y potencialidades destructivas y tratemos de transformarlas en constructivas. No reconocer que tenemos un instinto criminal o achacárselo a la cultura moderna, no nos lleva a ninguna solución.
Nota: Pulsión: instinto